El pasado miércoles día diez, el secretario general del
PSOE de Ceuta, D. José Antonio Carracao Meléndez, presentaba la dimisión de su
cargo orgánico y renunciaba a su acta de concejal en el Ayuntamiento. Tras seis años y medio detentando la mayor
responsabilidad de los socialistas ceutíes, el Sr. Carracao decide, motu proprio
y por motivos “íntimos y personales”, abandonar el barco ante una nueva
travesía del desierto, aduciendo que “di todo lo que tenía y en estos momentos
siento que no tengo más”.
Será interesante ahondar en la búsqueda de las razones
que han conducido, a la persona a la que le quedaba “un pequeño trámite” para
ser proclamado Alcalde de nuestra Ciudad, del camino del éxito al atajo de la
renuncia. Hay quienes han considerado este paso como un acto honesto (hasta él
mismo así lo ha definido), otros lo han tachado de honrado, algunos de ambas
cosas y otros creemos que ni lo uno ni lo otro.
Es a D. Salvador de Madariaga a quien se le atribuye un
claro ejemplo para distinguir honradez de honestidad; para el intelectual
gallego, la primera estaría relacionada con el juego limpio de cintura para
arriba; la segunda, con el juego limpio de cintura para abajo. Así que
comprenderán la de veces que me ruborizo cuando oigo a nuestros políticos
hablar de lo honestos que son ante todo un auditorio, cuando a la única persona
que debe interesarle esa honestidad es con la que comparte su vida. Así que en
primer lugar analicemos si la dimisión del S. Carracao ha sido honrada.
En
su comparecencia señalaba el todavía Secretario General que cerraba su ciclo “con
la sensación del deber cumplido”, que
bien podría interpretarse como un acto honrado, de aquel que actúa “con rectitud
de ánimo, integridad en el obrar”, como define la honradez el DRAE. Pero las dudas aparecen cuando uno lee la
intervención que realizó ante la Asamblea de su partido el viernes día cinco; en
ella no se vislumbra motivo alguno que señale esa posibilidad de abandono,
alguien que barrunta esa opción no dice: “Y os pido que no dejéis que otros, intencionadamente,
escriban nuestra historia. Esta no es la historia de un partido que iba a
gobernar y se quedó con cuatro, esta es la historia de un partido que se
refundó hace siete años y que en ese tiempo se ha situado como la principal
opción de la izquierda y el partido más votado.” En este discurso no hay atisbos
de desilusión, de cansancio, sino de alguien que desea perseverar en su pelea.
Si a ello
añadimos que en las reuniones que mantiene con sus adversarios políticos nada
hace entrever esa posible huída, puesto que reclama para sí el puesto en la
Mesa del pleno del Ayuntamiento, hay que llegar a la conclusión que más que un “proceso de reafirmación” desde las
elecciones como explicaba, bien parece una mudanza irreflexiva motivada por no
lograr sus deseos personales.
Sus objetivos,
según comentan fuentes bien informadas, eran conseguir que su grupo “íntimo y personal”
lograra acta de concejal y compatibilizar la vicepresidencia con la portavocía
de su grupo municipal sumando a los cargos, los emolumentos pertinentes. Creía
el Sr. Carraco que podía realizar fácilmente esos cambios, considerándose dueño
del cortijo, solicitó a Miaja y a Mas que renunciaran a sus actas, para que se corriera
la lista. Aquellos que conocen un poco el funcionamiento de este partido en la
ciudad, entenderán rápidamente cuál fue el pecado de soberbia que cometió. Ipso
facto todas las históricas familias del socialismo ceutí se unieron para
demostrarle que un simple jornalero no puede ser el dueño del cortijo y
poniendo pie en pared afirmaron: hasta aquí hemos llegado.
Desde Madrid
llegó la respuesta, se le indicó que la compatibilización de los cargos era
imposible, que un cargo institucional como la pertenencia a una mesa, no podía
unirse al de líder de la oposición. Y por supuesto que la lista era inamovible.
Hizo las sumas y restas necesarias, las comparaciones pertinentes y sin volver
a cotejar los pros y los contras decidió que era mejor ocupar su plaza de
funcionario, envió un “wuasa” al Secretario de Organización, que cuando lo
recibió dicen que comentó “que guasa tiene el Carracao”. Cuando le confirmaron
la noticia, el enfado fue ascendiendo de tono, elevándose a cabreo absoluto,
suerte tiene que Pedro no está, murmuraba la secretaria. Mientras que el Sr.
Luena bramaba como un poseso aduciendo que le hacen ir a Ceuta para asistir a
un mitin con cincuenta personas, no puede reunirse con los sindicatos porque es
incapaz de cerrar una reunión y le llevan a El Príncipe para que compare con una
serie de televisión que ni siquiera ha visto, haciendo el paripé, por no decir
el ridículo. Y ahora viene con que se va. Suerte tenía que estaba a 700 kms.
Los calificativos que dicen que otorgó al todavía Secretario General no puedo
enumerarlos al no tenerlos confirmados, pero pueden uds. imaginárselos después
de “invertir” seis años y medio en crear un líder, que se vaya por unas cuestiones
“íntimas y personales”.
Así que si
analizamos estos hechos, poco tienen que ver estas actuaciones con “la rectitud
de ánimo, integridad en el obrar”, con que nuestra Academia define la honradez,
pues parecen que fueron motivos muy distintos los que provocaron la deserción del
Sr. Carracao de sus obligaciones. En cuanto a si fue “honesta” la dimisión, no
seré yo quien entre a valorar qué motivos “íntimos y personales” le llevaron al
abandono, ya he explicado ante quién debe aclararlo y los culebrones los dejo para
los venezolanos, que no son de mi devoción.
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