jueves, 28 de mayo de 2009

¿Existiría Juan Marsé sin Ceuta?

El pasado veintitrés de abril, Juan Marsé recogía de manos de D. Juan Carlos I, el Premio Cervantes 2.008, un galardón que viene a reafirmar la gran valía literaria de este autor del barcelonés barrio de Gracia. A quienes muchos han considerado el “escritor obrero” de Catalunya, sin embargo no es ésta la imagen que tiene de sí mismo, aunque si la que hubiera deseado: “Confieso que no me habría disgustado satisfacer aquellas expectativas, entregar la gran novela sobre la clase obrera de la Barcelona de la postguerra”, comentaba en el discurso que acompañó a la entrega.

En el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, lugar donde se desarrolla el acto, se encontraban todas las autoridades culturales de nuestra España, hasta asistió nuestra concejala del ramo, entre otras muchas cosas, Dña. Mabel Deu. Y allá que fue más preocupada por conocer a la nueva ministra, la promovedora del llamado canon digital, Dña. Ángeles González-Sinde y hablarla de su grandioso campus universitario, para intentar convencerla de las bondades de un proyecto mas que muerto y enterrado.

Si nuestra edil hubiera sido bien asesorada (no le exigimos que lo sepa todo, pero ya que tiene tantos cargos “digitales” que al menos sirvan para algo), debería haberse presentado ante el premiado con una invitación para volver a pisar nuestra tierra, pero supongo que aquella pomposa campaña turística de los “quintos” que promovió el de la guita habrá caído en el mayor de los olvidos (o en un juzgado porque a cuento de qué iba a facilitar el ejército los datos de los soldados que fueron obligados a pasar por los cuarteles de nuestra ciudad).

“Al este empezaba a dibujarse la ciudad de Ceuta y el Monte Hacho con su fortaleza-presidio recostada contra un tumulto de pesadas nubes purpúreas y un cielo teñido de rosa y malva, irreal”. Así recordaba nuestra ciudad Juan Marsé en su relato “Teniente Bravo”, porque como tantos otros españoles, pasó durante dieciocho meses por nuestra ciudad para realizar el servicio militar obligatorio.

Su estancia en nuestra ciudad le permite tener el tiempo suficiente para idear su primera novela “Encerrados con un solo juguete”, como el mismo indica en una entrevista concedida en 2.000 a Jordi Gracia y Marcos Maurel: “Mi primer libro, Encerrados con un solo juguete, nace de la correspondencia que escribí en Ceuta durante el servicio militar. Tenía 22 años. Cada día le escribía una carta a una chica. La dejé abrumada y aburrida, claro. En estas cartas recordaba las experiencias que yo había tenido en su casa, es decir, nuestra relación. Cuando regresé al terminar la mili le pedí las cartas para ver si aquello se aguantaba. Y sobre ese suelo escribí la novela. Fue una prueba. No tenía vocación de escritor ni nada que se le pareciese. Cuando la tuve terminada, llevé la novela a Seix Barral, la presenté al premio Biblioteca Breve. Me dieron el recibo de entrega y me fui. La novela quedó finalista con el mayor número de votos, pero el premio se declaró desierto”.

Por lo que podríamos concluir que si en vez de en Ceuta, Juan Marsé hubiera realizado la mili en cualquier otro lugar, quizás no hubiera tenido el tiempo suficiente para escribir esa carta diaria y que esas cartas no hubieran supuesto el germen de su primera novela y sin primera novela quizás no hubiera existido una segunda, ni ninguna otra. Por ello puede sostenerse la tesis de que sin Ceuta, Marsé no hubiera existido en el universo literario. Disculparán la broma, pero debía justificar el título del artículo, aunque al maestro no creo que le extrañase la defensa de una opinión como ésta, cuando señalaba en una entrevista a José Martí que: “Me he encontrado con muchos casos como ese y sería la parte más divertida: la de hablar con gentes que te explican, muy convencidas, unas facetas de tu narrativa que yo desconozco por completo”

“Teniente Bravo” es un relato que se desarrolla en Ceuta, allá por marzo de 1.955 (tiempo en que realizaba la mili), un oficial quiere enseñar a sus reclutas a saltar el potro, que según su página oficial el Teniente Bravo es “un personaje en principio odioso, acaba redimiéndose por la vía de su patético enfrentamiento contra un potro de gimnasia que (cosas de la magia narrativa) desde el mismo momento de su aparición se revela como el arma maléfica que va acabar con el personaje, reduciéndolo a escombros”. En ella se describen paisajes de nuestra ciudad: “ Las gaviotas empezaron a chillar y a volar bajo, y de pronto la niebla retrocedió sobre las oscuras aguas del Estrecho como si un viento la chupara rápidamente desde la bahía de Algeciras. Iba a romper el día, pero arriba en el cielo los nubarrones color vino, entre los que a ratos emergía el Peñón como una máscara de hierro suspendida en el aire, seguían acumulándose, formando negras covachas y ensombreciendo el amanecer. Si el viento era del Estrecho traía olor a pescado, si del Sáhara, a rebaños escuálidos y mugrientos conducidos por niños marroquíes de ojos vivísimos”.

E incluso alguna incursión por Hadú, por aquella Cuesta de la Parisiana que tan bien recuerdan nuestros mayores: “En medio de la rechifla general, que ya el sargento se aprestaba a reprimir, el recluta Pita esbozó una mansa y taimada sonrisa, y bajó los ojos al suelo y volvió a ver el cafetín moruno del barrio de Hadú, el té con yerbabuena en los vasos pringosos, los pinchitos calientes, los pajaritos fritos alienados en el mostrador y al propio Teniente Bravo acodado en él, vestido de paisano con sombrero de ala flexible sobre los ojos y camelando a una mora de labios púrpura y ojos glaucos, la popular Aixa, que según los veteranos hacía maravillas en la cama, era un domingo lluvioso al anochecer y Pita y varios paisanos suyos habían decidido por fin, venciendo la timidez, requerir los servicios de la furcia exótica... pero ese día el teniente se cruzó en su camino, y se les anticipó”.

Lo que sí les recomiendo es que, ahora que se inicia la Feria del Libro y hacen alguna rebaja, adquieran este ejemplar de relatos del maestro Marsé que contiene Historia de Detectives, El fantasma del cine Roxy y Teniente Bravo; incluso los profesores podrían recomendarlo como lectura el próximo curso, no todos los días nos encontramos con todo un Premio Cervantes que escribe en nuestra ciudad y sobre nuestra ciudad. Y para aquellos estudiosos que lo deseen pueden bucear en la Biblioteca Militar en busca de los escritos que aquel soldado dejó por el periódico del cuartel, eso podría haber sido un buen regalo para el escritor un ejemplar de algún escrito de aquel periódico, pero para eso había que pensar.