viernes, 29 de febrero de 2008

En las puertas de Tánger

“Y tal vez no estaban, tal vez no fueron parte de nuestra vida, a pesar de que vivían con nosotros, a nuestro lado, siempre fueron círculos tangentes que no penetraban nuestras vidas, eran universos paralelos, que nos aportaban nuestras necesidades, la Fátima, que hacía los trabajos de casa, compraba naranjas o pescados. Y nosotros éramos lo mismo para ellos, los que mueven la economía, los que dan trabajo” (pág. 17). Así se expresa Fortu, uno de los personajes de la última novela de Mois Benarroch, recordando su vida en el Tetuán de final de los sesenta y principio de los setenta. Un párrafo que deberíamos leer una y otra vez, y discurrir si esa descripción tiene un lugar y un tiempo concreto, o puede adaptarse a cualquier momento, incluso si no la estamos viviendo hoy en día, aquí y ahora.


En las puertas de Tánger (Ediciones Destino Colección Áncora y Delfín. Barcelona.2008) es la segunda novela en español de Mois Benarroch (1.959), un sefardí de Tetuán que a los 13 años emigró a Israel, siguiendo a su familia. Un poeta que escribe en hebreo, inglés y español y cuyo principal argumento de sus libros es el desarraigo, la falta de integración en la sociedad que le rodea y con ello la falta de una identidad, de una “pertenencia” como él mismo señala. Así podemos observarlo en su poema Patria:

Pedí a Marruecos que fuese mi patria
y no fue mi patria

pedí a España que fuese mi patria
y ya no estaba

pedí a Israel que fuese mi patria
y aún no es mi patria

(...)

los senté a todos juntos en una sola mesa
y les pregunté dónde está mi patria
se hizo un silencio enorme
y con ese silencio ando por todas las calles
buscando otro silencio.







En esta ocasión la trama se desarrolla en el viaje de vuelta a Tetuán de cuatro hermanos de una familia sefardí, emigrados como el autor, que tras la muerte de su padre deben localizar a un hermano bastardo que nació de una relación de su progenitor con una mujer musulmana, la criada que tenían en casa, la Fátima. Los distintos hermanos, que viven en diferentes partes del mundo, se unen por obligación en la búsqueda de ese hermanastro, hermanastro no sólo de madre, sino de religión,de cultura, de etnia; un viaje que les sirve para hacer un examen de su vida y de su relación con su padre y con sus hermanos.

A pesar de no tener un gran estilo literario y de flojear en la construcción de los personajes y de las situaciones, la novela de Benarroch nos sirve para acercarnos a la visión de aquellos años posteriores al protectorado español y a la salida de los judíos de Marruecos, una mirada idealizada y romántica de ese momento, como si cualquier tiempo pasado fuera mejor que el actual (característico del desarraigado). Al igual que el lugar que ocupa nuestra ciudad, una ciudad de paso, de descanso hacia ninguna parte, donde se encuentra al alcance de los personajes el cumplimiento de gran parte de sus deseos, un punto medio en la huída : “Recuerdo los viajes con la familia a Ceuta, a comprar cosas que no teníamos en la época de Franco.” O en otra ocasión escribe: “En cuanto llegué de Tetuán a Ceuta de pronto tuve mucho tiempo para mí mismo. Decidí quedarme un día más en Ceuta y dormir una noche. Y dar vueltas por la calle principal sin hacer nada, comer tapas, y más tapas, beber otra caña, ver las tiendas con nombres tan familiares, Bentata, Hachuel, Benarroch, un sinfín de tiendas con nombres judíos, y toda la ciudad llena de moros...”


Se dice de Benarroch que es un miembro de la actualísima multiculturalidad; y señalaba que “pertenezco a cien culturas, encajo en todas ellas aunque ninguna me contiene”, en la única entrevista que se le conoce con Karen Alkalay-Gut en el año 2.003 a través de correos electrónicos. Y por ese camino insiste Javier Valenzuela en la presentación que de esta novela hicieron el pasado día dieciocho en la Casa de Sefarad de Madrid: “este siglo será el del choque entre la gente como Benarroch y aquellos que sólo son capaces de aceptar una única identidad cultural o religiosa”.
Aunque para muchos es uno de los mejores poetas vivos hebreos, pues el conocimiento de lenguas y culturas siempre ha supuesto un mayor grado de erudición, no una integración de las mismas. Mas bien Benarroch pertenece a los desarraigados, a los hijos sin patria, de los que los judíos son un buen ejemplo desde que nuestros inefables Reyes Católicos los expulsaron por cuestiones económicas de nuestra España, su Sefarad.