domingo, 24 de julio de 2005

¿Es Blair un líder para Europa?

El pasado uno de julio el Reino Unido tomaba posesión de la presidencia de la Unión Europea, y con ella, su Primer Ministro Tony Blair, las riendas para los próximos seis meses de una Europa que se encuentra sumida en una grave crisis política, por el no francés y holandés al Tratado Constitucional, y que el sí luxemburgués no parece haberle revivido, y una crisis económica, por la falta de acuerdo para el próximo Presupuesto comunitario y las políticas que deben primar para hacer una Unión competitiva frente a la amenaza de la globalización.

Ante la falta de un liderazgo claro en Europa que sepa aunar a las distintas naciones en unos objetivos comunes, tras el fracaso del eje franco-alemán y los traspiés de Chirac y Schroder en sus respectivos países y a la espera de su cambio por Sarkozy y Merkel; Blair, se proclamó como paladín de una nueva Europa en el Parlamento de Estrasburgo el pasado veintitrés de junio definiéndose como “un pro-europeo apasionado”, cosa extraña en quién ha seguido la tradición británica de defender los intereses nacionales británicos sobre los supranacionales, de quién ha preferido mantener a Gran Bretaña fuera de la Unión Monetaria Europea o de quién ha preferido enterrar el debate sobre el Tratado Constitucional Europeo anulando su compromiso sobre el referéndum en su país.

Y así este mago de la reencarnación política nos dice que “Creo en una Europa como proyecto político. Creo en una Europa con una fuerte dimensión social y humanitaria. No aceptaría jamás una Europa que fuera simplemente un mercado económico(...). Ahora, casi 50 años después, tenemos que renovarnos (...), sólo si volvemos a compaginar los ideales europeos en los que creemos con el mundo en el que vivimos. (...) Es el momento de reconocer que sólo mediante un cambio recuperará Europa su fuerza, su importancia, su idealismo y, en consecuencia, el apoyo de la población”. Y el cambio que nos propone el Primer Ministro Británico es el de nuestro modelo social: “ el objeto de nuestro modelo social debería ser reforzar nuestra capacidad de competir, ayudar a nuestros ciudadanos a hacer frente a la globalización, permitirles que aprovechen sus oportunidades y eviten sus riesgos”.

Las recetas para ese cambio de nuestro modelo social son las aplicadas por el neoliberalismo económico que encarna el Presidente Bush y de quien Blair es su mejor aliado en Europa: la desregulación del mercado de trabajo (con la puesta en marcha de la Directiva sobre Servicios, la que permite contratar a trabajadores de un país con los salarios de ese país), la reducción del gasto público (en sanidad, educación). Políticas neoconservadoras que más que enfocar la Unión Europea hacia una dimensión social, la encaminan hacia la visión de una Europa de los mercaderes, el objetivo que todos los dirigentes británicos han querido para Europa, el mercado donde poder vender sin tener que comprometerse en otras políticas sociales, de defensa o de exteriores.

Para hacer más creíble este “pro-europeísmo” tardío de un renacido Blair, ha convocado una cumbre informal para este otoño donde debatir sobre este nuevo modelo social, consiguiendo trasladar el verdadero debate sobre el presupuesto comunitario, a sus intereses por reducir las conquistas sociales y laborales adquiridas durante más de un siglo por los trabajadores europeos. En vez de entrar en los principales problemas que tiene la Unión Europea, Blair ha preferido crear un nuevo debate que parezca que le hace proclamarse líder de una nueva Europa, pero las políticas que nos propone son las del siglo XIX, que nos condujeron a la Europa de la primera mitad del siglo XX. Unas políticas que fracasaron y que volverán a hacerlo por mucho que nos las dibujen como nuevas.

Europa necesita de un cambio para salir de la crisis en la que los dirigentes actuales la han sumido, pero un cambio que suponga construir una Europa más social, con la aplicación de políticas expansivas, lo que conlleva un crecimiento del presupuesto comunitario; una Europa más política en la que los ciudadanos tengan una mayor capacidad de decisión; una Europa con una política exterior y de defensa conjunta que aúne los intereses de los europeos y que nos permita opciones propias sin estar supeditados a otras organizaciones o alianzas. Y lo que principalmente necesita Europa son líderes comprometidos con Europa, no con sus propios intereses. El próximo día veintisiete, José Luis Rodríguez Zapatero se reúne con Tony Blair, esperemos que la opinión de nuestro presidente no pase de la que tenía el ministro de defensa, Señor Bono, a una asunción total de las propuestas del líder del conservadurismo británico y sepa hacerle ver que Europa se construye con más políticas sociales y menos liberalismo a ultranza.

domingo, 17 de julio de 2005

El Padrino de la Constitución

En una entrevista en la revista Temas para el Debate de la Fundación Sistema del pasado mes de mayo, Don Alfonso Guerra se definía como “padrino” de la Constitución, en el sentido español del término, el de la persona que se encarga de la formación de los hijos cuando el padre desaparece, para aquellos malpensados que estarán cavilando en su sentido italiano. Y así vemos que es de los pocos que han salido en defensa del cumplimiento de nuestra Norma fundamental, exigiendo que los nuevos Estatutos de Autonomía que se aprueben, la acaten.
No ha sido el único, dentro del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que ha expuesto sus dudas sobre la constitucionalidad de algunos proyectos de estatutos, Rodríguez Ibarra, Manuel Chaves y últimamente José Bono y el presidente de Castilla La Mancha, José María Barreda, han unido sus voces para dudar sobre ciertos términos utilizados y, sobre todo, por el tipo de financiación autonómica que incluyen esos borradores, que en su visión vienen a romper la solidaridad entre los distintos territorios que como derecho fundamental se incluye en el artículo segundo de nuestra Carta Magna.
Guerra señala que todos los proyectos que se están desarrollando inciden en los preceptos constitucionales, todos reforman la Constitución a través de los Estatutos, cuando jurídicamente no es posible esa modificación, para reformarla existen los mecanismos dentro de la propia Norma, y hacerlo mediante los Estatutos supone saltarse nuestra Norma fundamental. Toda la razón tiene, el presidente de la Comisión Constitucional del Congreso, al indicar que debe ser ahora, antes de que sean aprobados los proyectos en sus respectivos Parlamentos, cuando se deben adaptar a la Constitución, pues si son aprobados unos Estatutos que no son constitucionales, a las Cortes no les quedará más remedio que rechazarlos, como pasó con el llamado Plan Ibarretxe. Este rechazo provocaría una confrontación entre Instituciones que no es nada recomendable y sobre todo alentaría una actitud de victimismo de ciertos partidos nacionalistas que sólo viven de ella. Por ello se equivoca el Señor Pérez Rubalcaba cuando manda callar a Guerra, o cuando el “conseller en cap” Señor Bargalló alecciona a Rodríguez Zapatero para que ponga orden en el gallinero. No es una cuestión de mandar callar, sino de acatamiento de la legalidad.
Hemos pasado en quince años de ser uno de los países más centralizados, a ser el tercer país más descentralizado del mundo, tras Canadá y Australia, de un 53% del gasto que tenía el Estado en el año 1.982, a un 19,7% que se estima será en este año. Si consideramos que en ese porcentaje se incluye materias tan exclusivas del Estado como Defensa o Exteriores, poco margen queda para poder descentralizar. ¿Qué clases de competencias exigen entonces estos proyectos de estatutos, si por cuestión de gasto, prácticamente está todo transferido?
El proyecto de Estatuto de Cataluña se parece más a una constitución que a un estatuto, no sólo en su longitud, pues si el actual tiene un total de 72 artículos incluyendo las disposiciones adicionales y transitorias, el borrador alcanza los 218 artículos, siete disposiciones adicionales, cuatro transitorias y cinco finales (nuestra Constitución tiene 169 artículos), sino también en los temas que trata (derechos fundamentales) o la asunción de competencias estatales exclusivas (aunque luego añaden en la disposición adicional que se hará mediante aprobación de una ley de las Cortes). Si a ello añadimos el asunto de la financiación, con una fórmula que hace que los derechos que son de las personas pasen a ser de los territorios (basándose en la manipulada fórmula de la obtención de las balanzas fiscales) difícilmente puede pasar por un Estatuto constitucional y mucho deberán cambiarlo para poder pasar por el tamiz de nuestras Cortes.
Pero tampoco hay que irse tan lejos para observar proyectos de Estatuto que no se ajustan a la Constitución, los bodrios de instituciones que nuestros políticos quieren crear para nuestra ciudad deberían indicarnos antes en qué parte de nuestra Constitución se encuentran, dónde está que un Alcalde no presida su Pleno Municipal, dónde que un municipio pueda ser una Comunidad Autónoma, y si nos convierten en Comunidad quién legislará si no tenemos esa capacidad estatutariamente, puesto que ninguno de los partidos nacionales está dispuesto a dárnosla. Quizás el diputado Guerra pueda contestarnos a estas dudas próximamente y aconsejar a nuestros concejales por dónde debe ir la reforma para que se ajuste a la Constitución. Seamos serios, si se desea cambiar nuestra Constitución, hágase según las fórmulas que se marcan dentro de ella, pero no usen los proyectos de Estatuto como puerta de atrás para modificarla, pero para hacer esos cambios es necesaria una mayoría muy cualificada, mayoría que debe contar con el Partido Popular. A los españoles nos costó darnos una Norma Fundamental para convivir, en ella nadie pudo decir que impuso sus deseos, todos cedieron para que fuera la Constitución de todos y durante 25 años nos ha servido para convivir dentro de este país, al que pocos siguen llamando España, esperemos que todavía queden en nuestros gobernantes un poco de sentido común para evitar crear ciudadanos con distintos derechos y deberes, pues es en los individuos en quienes recaen, no en los territorios. O si no, muchos padrinos como Guerra necesita nuestra Constitución.