martes, 26 de septiembre de 2017

Y pasaron dos años



El dos de septiembre de 2015 aparecía ahogado en una playa de Turquía Aylan Kurdi, un niño kurdo de tres años que el único mal que había hecho era nacer en un país en guerra y ello llevó a su familia a buscar un futuro más seguro para él. Sólo consiguieron que fuera la imagen que levantara la conciencia de una supuesta Europa civilizada que miraba hacia otro lado.





A partir de ahí los gobiernos europeos decidieron darle la puntilla al derecho de asilo con  los acuerdos firmados por la Unión Europea con Turquía, en noviembre de 2015 y marzo de 2016, por los que Turquía se comprometía a aceptar a los migrantes que ya estaban en Europa y la Unión a aceptar al mismo número de los repatriados, pagando por ello 3.000 millones de euros ahora y otros 3.000 hasta el 2018, aceptando la liberalización de los visados a los turcos y comprometiéndose a acelerar las negociaciones para la entrada de Turquía en la Unión Europea.

La Europa civilizada, supuesta defensora de los derechos humanos, decidió subcontratar por 6.000 millones su obligación, no ya con los tratados internacionales sino con la ética que debe sustentar cualquier democracia, a un país Turquía que, según organizaciones como Amnistía Internacional o las sentencias condenatorias que ha recibido del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ni es un país seguro, ni mucho menos respeta los mínimos derechos de las personas, sobre todo de los refugiados.



El artículo 14 de la Declaración Universal de Derechos Humanos establece que "en caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país". Tratado firmado por España y que, como observamos, todos los días es reiteradamente incumplido por nuestro Gobierno y por la Unión Europea. Deberíamos recordar que no hace mucho, éramos nosotros los españoles los que huíamos buscando refugio a otros lares, y sobre todo, reconocer a nuestros hermanos iberoamericanos, el cobijo y apoyo que dieran a nuestros abuelos, quienes pudieron rehacer sus vidas. Eso ya parece que se nos olvidó.



Pero no sólo ya es la deportación masiva que hace Europa de estos refugiados, también la insolidaridad que han demostrado todos los gobiernos a la hora de cumplir con  ese acuerdo de redistribución de refugiados que se inventaron para limpiar sus conciencias. El gobierno de Mariano Rajoy, se comprometió hace dos años a traer a   17.337 personas que ya estaban en Italia o Grecia, de ellos tan sólo han llegado a nuestro país 1.980, ni un 12% del compromiso asumido. A cualquier persona decente se le caería la cara de vergüenza, sobre todo cuando cientos de ayuntamientos ya tienen preparadas las plazas para atender a estas personas, no tienen excusa para seguir demorando la llegada de  las 15.350 personas que quedan para cumplir el acuerdo y ampliar a cien mil más los refugiados admitidos.


En Europa el compromiso era de 180.000 personas, el número de acogidos no alcanza los 30.000, algunos países ni siquiera han admitido ni una sola de esas personas, como Polonia o Hungría. 




Desde la sociedad civil debemos exigir a nuestro olvidadizo gobierno y a la Unión Europea  sus compromisos y obligarles a cumplir no solo con ellos sino con los derechos humanos que deben ser un referente de nuestra Europa civilizada.

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