El dos de septiembre de
2015 aparecía ahogado en una playa de Turquía Aylan Kurdi, un niño kurdo de
tres años que el único mal que había hecho era nacer en un país en guerra y
ello llevó a su familia a buscar un futuro más seguro para él. Sólo
consiguieron que fuera la imagen que levantara la conciencia de una supuesta Europa
civilizada que miraba hacia otro lado.
A partir de ahí los
gobiernos europeos decidieron darle la puntilla al derecho de asilo con los acuerdos firmados por la Unión Europea
con Turquía, en noviembre de 2015 y marzo de 2016, por los que Turquía se
comprometía a aceptar a los migrantes que ya estaban en Europa y la Unión a
aceptar al mismo número de los repatriados, pagando por ello 3.000 millones de
euros ahora y otros 3.000 hasta el 2018, aceptando la liberalización de los
visados a los turcos y comprometiéndose a acelerar las negociaciones para la
entrada de Turquía en la Unión Europea.
La Europa civilizada, supuesta
defensora de los derechos humanos, decidió subcontratar por 6.000 millones su
obligación, no ya con los tratados internacionales sino con la ética que debe
sustentar cualquier democracia, a un país Turquía que, según organizaciones
como Amnistía Internacional o las sentencias condenatorias que ha recibido del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ni es un país seguro, ni mucho menos respeta
los mínimos derechos de las personas, sobre todo de los refugiados.
El artículo 14 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos establece que "en caso de
persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en
cualquier país". Tratado firmado por España y que, como observamos, todos
los días es reiteradamente incumplido por nuestro Gobierno y por la Unión
Europea. Deberíamos recordar que no hace mucho, éramos nosotros los españoles
los que huíamos buscando refugio a otros lares, y sobre todo, reconocer a
nuestros hermanos iberoamericanos, el cobijo y apoyo que dieran a nuestros
abuelos, quienes pudieron rehacer sus vidas. Eso ya parece que se nos olvidó.
Pero no sólo ya es la
deportación masiva que hace Europa de estos refugiados, también la
insolidaridad que han demostrado todos los gobiernos a la hora de cumplir
con ese acuerdo de redistribución de
refugiados que se inventaron para limpiar sus conciencias. El gobierno de Mariano
Rajoy, se comprometió hace dos años a traer a 17.337 personas
que ya estaban en Italia o Grecia, de ellos tan sólo han llegado a nuestro país
1.980, ni un 12% del compromiso asumido. A cualquier persona decente se le
caería la cara de vergüenza, sobre todo cuando cientos de ayuntamientos ya
tienen preparadas las plazas para atender a estas personas, no tienen excusa
para seguir demorando la llegada de las
15.350 personas que quedan para cumplir el acuerdo y ampliar a cien mil más los
refugiados admitidos.
En Europa el compromiso
era de 180.000 personas, el número de acogidos no alcanza los 30.000, algunos
países ni siquiera han admitido ni una sola de esas personas, como Polonia o
Hungría.
Desde la sociedad civil
debemos exigir a nuestro olvidadizo gobierno y a la Unión Europea sus compromisos y obligarles a cumplir no solo
con ellos sino con los derechos humanos que deben ser un referente de nuestra
Europa civilizada.
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