domingo, 10 de agosto de 2003

El Pacto de Estabilidad y Convergencia

El Pacto de Estabilidad y Convergencia (PEC) adoptado por los países adscritos a la Unión Monetaria Europea (UME) consiste básicamente en que el déficit público de cada estado no debe sobrepasar el tres por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB), es decir que el dinero que un gobierno se gasta no puede sobrepasar los ingresos que obtenga, en ese porcentaje. El origen de este pacto se debe al miedo que tenían las economías del norte de Europa (sobre todo Alemania) al excesivo desenfreno de los gobiernos del sur a la hora de gastar, provocando unos elevados déficit que conllevaban unas políticas monetarias altamente remuneradoras.
Si un país tiene un déficit fiscal necesita solicitar créditos que le permitan cubrirlo, si los recursos financieros son escasos, deberá dar un mayor interés para que el dinero cubra su emisión de deuda frente a otras inversiones más rentables. Ello provoca una subida de los tipos de interés de ese país, lo que a su vez hace que los capitales de otros países acudan a esa moneda para percibir esas mejores rentabilidades, haciendo subir el precio de esa moneda, y provocando una mayor inflación en el país. Los países del norte temían que las economías del sur de Europa (Italia, Grecia y España) al no controlar sus déficit fiscales y ya dentro de la moneda única (el euro), provocaran una subida de los tipos de interés y con ello un descontrol de la inflación y una menor competitividad al revalorizarse la moneda única, así el PEC estaba pensado para mantener bajas las deudas públicas del sur de Europa y ,de este modo, mantener bajos los tipos de interés, garantizándole a las inversores que no se permitiría una subida elevada de los tipos que generaran una presiones inflacionistas excesivas.
Ahora nos encontramos con una situación bien distinta a la que estimaban los fríos bárbaros del norte, la deuda exterior de Alemania, Francia, Italia y Portugal sobrepasan ese margen del tres por ciento de su PIB que exigía el pacto, pero el problema es que estas economías suponen más del 70% del PIB de la UME. Si deben cumplir este pacto, lo primero que deben hacer es recortar sus gastos (y a los primeros que siempre se les mete las tijeras es a los gastos sociales, añadan los de sanidad ,educación y cultura y completamos el paquete de medidas) y para ello han de acometer reformas estructurales en sus mercados (sobre todo en el de trabajo, ¿por qué será que siempre que hay reformas es para rebajar las garantías de los trabajadores?).
El problema surge cuando Alemania, que es la principal economía de la Unión Europea, se encuentra en una recesión y las pautas que se quieren implantar no van a provocar una reactivación de la economía, sino todo lo contrario, terminará por hundirla y con ella, muy probablemente caerán las demás economías europeas, incluida la española (nuestros principales clientes tanto industriales como turísticos son los países europeos). Si se le exige a Alemania un recorte de sus gastos sociales provocará una reducción en su ya maltrecha demanda interna, con lo que la locomotora de la economía europea continuará parada. Y es que el problema de Alemania no ha sido que no haya hecho los deberes, sino que desde un nivel muy elevado de Estado del Bienestar ha debido asumir, sin apenas colaboración, la integración de la antigua República Democrática Alemana, lo que le ha conllevado ampliar sus presupuestos de gastos sociales: además ha sido la que más ha aportado al presupuesto comunitario y la que menos réditos ha obtenido de ellos.
Si España ha conseguido reducir su tasa de deuda con relación a su PIB ha sido debido a la contribución que las arcas comunitarias nos han transferido (fondos que alguien los calificó como de “pedigüeños"); entre 1.995 y 2.002 esta aportación neta de los presupuestos nos ha supuesto un dos por ciento anual de nuestro PIB, en el 2.002 supuso el 2.2% (año en el que por pura coincidencia las cantidades aportadas por Alemania coinciden con las recibidas por España). Estas ayudas han supuesto más de la mitad del crecimiento económico de esos años. Y a la reducción del déficit público ha contribuido sobre todo la gran disminución de los tipos de interés, reducción que se ha producido al disminuir la prima de riesgo que tenía nuestro país antes de ingresar en la UME, y el respaldo que el marco alemán ha dado al euro ha supuesto darle credibilidad internacional a la que ahora es nuestra moneda (recuérdense las constantes devaluaciones que sufría nuestra peseta).Por ello sería interesante aplicar de otra forma el PEC evitando con ello la paralización de la economía europea, debería analizarse la posibilidad de aplicar una ratio de “calidad de país”, que pudiera permitir endeudarse en mayor medida a estados cuyo nivel de riesgo asumido es menor y cuya aportación a la economía es imprescindible. No es lo mismo el déficit de Italia o Portugal que el de Francia o Alemania. Puede que de esos déficit dependa el encendido de la locomotora económica de Europa. No se puede aplicar los mismos niveles de medida a países cuyas economías se encuentran no sólo en grados de desarrollo diferentes sino en situaciones coyunturales distintas.

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