domingo, 24 de agosto de 2003

La responsabilidad social de la empresa

Los escándalos financieros que hemos contemplado en algunas grandes compañías multinacionales, que supuestamente eran las más competitivas del mercado, asesoradas y financiadas por los más prestigiosos bancos de inversiones del mundo, auditadas por las más acreditadas empresas del sector, entre sus accionistas estaban las más ensalzadas instituciones, en sus consejos de administración se sentaban los más influyentes consejeros independientes y eran dirigidas por los directivos mejor pagados gracias a unos sofisticados sistemas de retribución, han provocado un rechazo y una desconfianza a la forma en que se gobiernan las empresas, creyendo los más agoreros que nos encontramos ante la punta de un iceberg que puede poner en graves aprietos al propio sistema de libre mercado pues nos encontraríamos en un mundo empresarial corrupto, que ante la codicia de la “creación de valor para el accionista” se pone en práctica cualquier tipo de acciones con tal de continuar con el crecimiento en progresión geométrica de los beneficios y justificar esos sistemas de retribuciones que enriquecen a sus directivos. De repente nos hemos encontrado que todas las bases en que se cimentaba el libre mercado de la economía capitalista y la forma de gobernar las empresas se han venido abajo, desembocando en una difícil situación de la que será complicado salir. Hay quien ha considerado que estos fraudes marcarán más en el mundo occidental que los acontecimientos del once de septiembre de 2.001.
Pero no todo el monte es orégano y a la avidez de ciertos directivos y empresarios, otros empiezan a contestar justificando la existencia de la empresa más allá del objetivo de maximización del beneficio y la entienden como un ente social que debe estar integrado dentro del entorno en que se encuentra, asumiendo un compromiso no sólo económico, sino también social y medioambiental. La empresa no es un ente cerrado que se dedica a producir bienes y a sacar el máximo provecho, sino que es un conjunto de personas que conviven e interactúan en un sistema social, sus decisiones influyen en la sociedad en la que se encuentra introducida y las decisiones de ésta la afectan directamente, es por ello que no puede gestionarse una empresa sin tener en cuenta los intereses de los grupos que la componen y los que conforman su entorno. Bien es cierto que una empresa que funciona correctamente está generando un valor social, a través de los productos y servicios que crea, el empleo que genera y los impuestos que permiten una redistribución de la riqueza, pero es necesario dar un paso más y asumir un compromiso con la sociedad en la que se enmarca, se trata de integrar en la gestión de la empresa la responsabilidad social.
La Comisión Europea definió la responsabilidad social de la empresa como la tendencia que consiste en integrar aspectos medioambientales o sociales en la cultura y los valores de la empresa de manera que, por una parte, aparezcan vinculados a las diversas líneas de negocios, pero que, por otra, se realice involucrando a los diversos grupos de interés –accionistas, consumidores, trabajadores, inversores, autoridades públicas y organizaciones sociales. Se trata de una acción voluntaria de la empresa, no significa sólo cumplir las obligaciones jurídicas, sino también ir más allá de su cumplimiento, avanzando hacia nuevas exigencias (mayor inversión en capital humano, mejor relación con los interlocutores, mayor respeto por el medio ambiente) que, si bien son menos fuertes desde un punto de vista legal, porque en el fondo se trata de aspiraciones éticas, de requerimientos morales, no resultan menos importantes o incluso decisivas para la supervivencia de la propia empresa en un entorno cambiante, competitivo y globalizado.
El debate sobre la idea de la responsabilidad social ha llegado hasta las instituciones públicas donde se han producido proyectos como “El Pacto Mundial” auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ,una iniciativa de carácter voluntario destinada a servir de marco general para fomentar la responsabilidad cívica mediante el liderazgo empresarial comprometido y creativo, basado en nueve principios universales en los ámbitos de los derechos humanos, las normas laborales y el medio ambiente, su objetivo es que la adopción de valores y principios compartidos den un rostro humano al mercado mundial. La Comisión Europea presentó el Libro Verde “Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas” con el ánimo de iniciar un amplio debate sobre cómo podría fomentar la Unión Europea la responsabilidad social de las empresas y cómo aprovechar las experiencias existentes, fomentar el desarrollo de prácticas innovadoras, aumentar la transparencia e incrementar la fiabilidad de la evaluación y validación. La implementación de esta nueva forma de gestionar las empresas pretende obtener resultados positivos, no sólo económicamente, sino también en aspectos fundamentales como la confianza de los consumidores, la reputación, la fidelidad y la legitimidad de la empresa, de cara a su supervivencia y éxito a largo plazo; el único problema que observo es que todas estas iniciativas sean voluntarias, es incomprensible que el respeto de los derechos humanos, de la libertad de asociación, la eliminación del trabajo forzoso o del trabajo infantil así como la discriminación o el respeto por el medio ambiente se haga de una forma voluntaria por parte de las empresas; sería indispensable la intervención reguladora de los poderes públicos para evitar que la cuestión de la responsabilidad social de la empresa se convierta en una nueva campaña de imagen más acorde con los valores sociales en que se mueve actualmente nuestra sociedad.

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