domingo, 17 de agosto de 2003

El lujo del Déficit cero

La Ley de Estabilidad Presupuestaria obliga a todas las administraciones del Estado ( gobierno central, autonomías y ayuntamientos) a equilibrar sus cuentas anuales, evitando caer en el “peligroso” déficit público que según sus detractores tan sólo genera inflación, desinversión y paro. Las teorías neoliberales, que predominan en este nuevo orden mundial que nos imponen, predican que no hay nada peor que un presupuesto desequilibrado, pues la ineficiencia de la gestión pública obliga a la sociedad a desviar unos fondos que invertidos de una forma privada generarían mucho más, creando empleo y riqueza y no teniendo que cubrir esta incompetencia de los gestores públicos. Y hasta la ortodoxia más absoluta ha llevado esta teoría nuestro partido gobernante, haciendo bandera de su política económica el cuadre de las cuentas públicas, a pesar de que la mayor parte de la reducción del endeudamiento público se haya realizado con las privatizaciones y la generosidad de las transferencias de los fondos europeos; añadiendo que el ingreso en la Unión Europea Monetaria (UEM) nos ha permitido unos tipos de interés que han reducido la retribución de la deuda, consiguiéndose un importante ahorro en los intereses pagados (unos catorce mil quinientos millones de euros; lo que a su vez ha provocado que, las cantidades imputadas a pagar intereses, se dedicaran a pagar deuda); estos efectos no se repetirán en el medio plazo. El resto del déficit se ha saldado con una contabilidad creativa que ha trasladado fuera de los presupuestos las inversiones que realizan las sociedades estatales (AENA, Renfe, Puertos del Estado) pero que no se computan en las cuentas estatales y el resto con la amplia reducción de los gastos corrientes, a través de la rebaja de los gastos sociales y de la remuneración de los funcionarios; aunque se mantienen sangrantes empresas como Hunosa (será porque está en Asturias) o la Radio Televisión Española (últimamente condenada por su manipulación informativa),
Si bien hay que darle al déficit cero la producción de una serie de efectos positivos en la economía, también hay que señalar que posee otra serie de efectos perniciosos sobre la misma que pueden provocar el anquilosamiento de una estructura económica y su alejamiento del círculo de sociedades a las que está conectada. No es nueva la recomendación keynesiana de que en los momentos del ciclo económico en los que se produce un estancamiento de la actividad, el Estado debe asumir el papel de locomotora de la economía y ,a través de la posibilidad que le brinda el déficit fiscal, inyectar fondos que permitan poner en marcha la actividad económica evitando que se produzca la tan temida recesión de la economía. Si Japón hubiera sido más agresivo en su política fiscal expansiva hubiera evitado el balance tan negativo de los últimos trece años. Podemos también observar cómo en los momentos difíciles de su economía, en los Estados Unidos se ha pasado de un superávit fiscal del 2% de su Producto Interior Bruto (PIB) a un déficit del 4,5% aumentando el gasto público, sobre todo el militar; lo que ha provocado que la economía estadounidense crezca en el segundo semestre de este año al 2,4%, dando signos de una salida del tunel en que se encontraba (debe ser que ésto de las teorías está muy bien para los demás, pero cuando se ven las orejas al lobo, se aplican las recetas que siempre han funcionado).
En España, el déficit cero de nuestro gobierno popular ha provocado que la formación bruta de capital en el sector público (dato básico para reducir nuestras deficiencias estructurales) ha caído desde un 4.1% del PIB en la etapa 1.986-1.995 a un 3.3% en la de 1.996-2.002; nuestro gasto en Investigación y Desarrollo es del 0.97% del PIB, frente a una media europea del 1.94% (e incluyendo en ella los “gastos de investigación” militar); nuestro gasto en educación ha pasado del 4.9% en 1.996 al 4.4% en el 2.002 ( con la excusa de la reducción de la tasa de natalidad, se han reducido los fondos en educación). Si nuestro país desea converger realmente con Europa es necesario que se realicen fuertes inversiones en estos tres campos: infraestructuras, investigación y desarrollo y educación. ¿Puede España permitirse el lujo de continuar con sus presupuestos equilibrados cuando sus niveles de desarrollo siguen estando casi un 15% por debajo de la media europea y en algunos casos en el 50%? ¿Qué razones económicas justifican el mantenimiento del déficit cero aplicando una política fiscal que va en contra de la fase del ciclo económico en el que nos encontramos? Hay quienes alegan que endeudarnos ahora, supondría cederles un coste añadido a las generaciones venideras, pero si no se invierte en nuestro desarrollo, lo que podemos dejar en herencia es un país anclado en aquella categoría de “en vías de desarrollo”, apostar por proyectos que crean futuro es darles la oportunidad de poder converger definitivamente con Europa; además deberían aprovecharse los tipos de interés tan bajos para acudir al mercado de capitales para financiar nuestro progreso tanto en infraestructuras como en tecnología. España se enfrenta en el corto y medio plazo con dos hechos que van a ser decisivos en su devenir económico, por un lado la ampliación de la Unión Europea a los países del este que en su proceso de integración han acercado su estructura productiva a la nuestra pero con unos niveles de costes muy inferiores a los nuestros; y en el 2.007 la finalización de los fondos europeos, que hará que debamos buscar nuevas fuentes de financiación, por ello sería conveniente que se empezarán a afrontar ambos problemas con una política fiscal más flexible que permita acometer los cambios estructurales que nuestro país necesita.

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