domingo, 8 de junio de 2003

Reflexiones

En la pasada campaña electoral ni uno solo de los diez partidos que se presentaron a las elecciones mencionó en ningún momento el nombre de Hamed Abderrahaman, ha tenido que ser la Organización de las Naciones Unidas (ONU) quien nos haya recordado la existencia de este ceutí encerrado en una base militar de los Estados Unidos de América del Norte en Cuba. Ni partidos políticos musulmanes, ni partidos de izquierda, ni tan siquiera la derecha ha sacado la cuestión para obtener beneficios políticos. Para nuestra sociedad Hamed ha dejado de existir.
Es alarmante que la situación de nuestro paisano haya pasado desapercibida para nuestros políticos, pues ello deja entrever su falta de preocupación, no por el estado en que se encuentra Hamed, sino por algo tan sustancial como es el Estado de Derecho. Se ha hablado del petrolero Prestige, de la guerra de Irak, del “decretazo” sobre el desempleo, pero ni tan siquiera se ha pasado de puntillas sobre nuestro vecino de El Príncipe. No voy a efectuar una defensa de las ideas o de los actos que haya realizado, pues debería ser él quien respondiera por ello y por supuesto declarar que estoy en contra de cualquier tipo de violencia, venga de donde venga.
Este muchacho está privado de su libertad desde hace más de un año, fue capturado en Afganistán y trasladado a la base militar de Guantánamo ¿en qué situación legal se encuentra? ¿está detenido? Si es así cuáles son los delitos que se le imputan. ¿Quién es su abogado defensor? ¿Qué juez es el que lleva su causa? ¿Qué legislación se le esta aplicando? ¿Qué pruebas hay contra él? ¿Es un prisionero de guerra? ¿Se le aplica la Convención de Ginebra? Son muchas las preguntas que me hago para conocer los motivos por los que sigue preso.
Nuestra sociedad occidental, de la que tanto alardeamos su supremacía, basa su convivencia en el respeto a las leyes, leyes que nos damos entre todos a través de nuestros representantes en los parlamentos, quienes en nuestro nombre las crean y que son interpretadas por unos jueces independientes del poder que las crea. Puede ser un sistema imperfecto, pero es el mejor que nos hemos dado, por ello si desde el poder, que es quien debe ser el máximo valedor de estos principios, se aplican sólo cuando van en defensa de sus intereses se quiebra ese principio de convivencia y nuestra democracia está en peligro. El derecho es el principal valor de nuestra forma de gobernarnos y debemos exigir, desde cualquier lugar que ocupemos en nuestra sociedad, su cumplimiento; no sólo, como en este caso, en defensa de Hamed, sino en nuestra propia defensa. El problema no es Hamed, el problema es que no se están respetando sus derechos, sí, porque haga lo que haga cualquier persona sigue teniendo unos derechos, a nadie se le puede privar de ellos, pues son el fundamento de nuestra convivencia.
Esa es mi preocupación que nuestros políticos han olvidado a esta persona, olvidándose con ello de los principios fundamentales de nuestra democracia, y si ellos no se acuerdan ya me dirán quiénes van a exigir su cumplimiento. Si para nuestros gobernantes o aspirantes a ello es incorrecto defender el Estado de Derecho, que es lo que hay que defender a fin de cuentas, porque ello puede suponer perder votos y por lo tanto perder el poder que les permite seguir repartiendo prebendas entre sus allegados, estos señores no son demócratas, son unos aprovechados de la democracia. Hay que creer en los valores de nuestra civilización, valores tan “sencillos” como la libertad, la justicia, la igualdad, etc. en los que se basa la democracia occidental para poder gobernar acorde a los principios que nos damos. Si no creemos en ellos difícilmente podemos aplicarlos y sin aplicarlos acabamos viviendo, tarde o temprano, en una dictadura.
Éste hecho me hace concluir que, cada vez más, sufrimos una reducción de nuestras libertades, la exigencia que hace la ciudadanía de una mayor seguridad ante el miedo a los actos terroristas, conduce a nuestros gobernantes, ante su manifiesta incapacidad para encontrar nuevas soluciones, a responder no con actos que conllevan más seguridad sino que conducen a tener menos libertad. Se produce una mayor seguridad con una mejor educación, con una mayor ayuda internacional que permita el desarrollo de los países pobres y sobre todo con el cumplimiento de la legislación vigente y la exigencia de su cumplimiento a todos los países.
Desde aquí quiero rogarle a nuestro actual y futuro Alcalde D. Juan Vivas que exija a nuestro gobierno de Madrid una respuesta del gobierno de los Estados Unidos sobre la situación en que se encuentra Hamed Abderrahaman, ciudadano español, y se le apliquen los derechos que le correspondan. Hoy son estos “prisioneros” de Guantánamo quienes se ven privados de sus derechos, no querría que dentro de un tiempo tuviera que estar leyendo aquel poema de Bertol Brecht.

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