sábado, 2 de noviembre de 2002

Todo vale ¿o no?

El pensamiento único que impone nuestro partido gobernante está llevando a nuestra sociedad hacia una situación de vacío intelectual que hace que cualquier suceso se vea contemplado desde fuera de cualquier ética, de la forma más aséptica posible puesto que sólo hay una forma de hacer las cosas, como la hacen ellos. No porque crean que tengan la verdad absoluta, sino porque tienen la verdad. La iniciativa crítica que se presuponía a la persona ha acabado por desaparecer ante la imposición de esta nueva actitud, porque como ideología carece de todo fundamento.

Ahora nos encontramos en que situaciones que deberían provocar el mayor de los rechazos, aunque sean las más legales del mundo, causan adhesiones inquebrantables y actos de desagravios a las personas que de oportunistas se convierten en víctimas de odios y sinrazones. En esta ocasión ha sido nuestro diputado, el cual se ha visto obligado a dimitir (no como diputado, que hubiera sido lo lógico) sino de su cargo como asesor de una empresa de seguridad (asesoramiento que supongo no sería gratuito) de una forma voluntaria y sin presiones de su partido, porque el desempeño de ese cargo no era incompatible con sus funciones de diputado.

Incompatible no será, pero un representante de la soberanía popular, por lo cual cobra un buen sueldo y demás complementos, cuya principal actividad es realizar las normas que rigen nuestra sociedad, pues forma parte del poder legislativo; se dedique a asesorar a una empresa en su ámbito de actuación, en el que directamente legisla, no parece la actuación más lógica, o al menos a mi me parece de poco calado moral que nuestro diputado ponga a disposición de una empresa los conocimientos que como miembro del Congreso le pagamos entre todos; sin embargo esa es la idea que desarrolla nuestro partido gobernante, estamos en un mercado libre, la empresa que más ofrezca se quedará con los servicios. Viva el libre mercado.

A lo mejor es que nuestro diputado entiende que su trabajo es sólo llegar y votar el texto que su partido ha realizado no se sabe donde y como él no participa en las deliberaciones de la construcción de nuestras leyes, él no tiene ningún problema moral para aceptar el cargo de asesor, porque los intereses de la empresa que asesora no influirán en la realización de nuestras normas. Y lo que el vende son sus dilatados conocimientos en el campo de la seguridad obtenidos en su larga experiencia como profesional de este sector, por lo que no se mezclan en ningún momento las cuestiones de la cosa pública con las de su bolsillo particular.

Y algunos me dirán es que puestos en esa tesitura, un diputado que fuese médico no podría trabajar en la Comisión de Sanidad. Si es médico, podrá trabajar en la comisión de Sanidad, pues probablemente sea la actividad que más conozca; lo que no podrá hacer es asesorar a una empresa farmacéutica o colaborar en la gestión de hospitales privados, o incluso ejercer la medicina en dichos centros. Cuando uno adquiere la condición de diputado, lo hace para representar a sus electores a través de un programa electoral; si en él se ha recogido la defensa de los intereses de una empresa de seguridad, de un laboratorio farmacéutico, haganlo, pero no será necesario, con posterioridad, cobrar por realizar esa defensa pues ya la pagamos entre todos. Eso es lo que detesto, que será todo lo legalmente compatible que se quiera, pero en la moral en que a mi me educaron no me cuadra. ¿Será esto la regeneración democrática de la que tanto hablaban?

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