domingo, 21 de septiembre de 2003

De visita en Trípoli

Una vez finalizada la elección del sucesor y colocada a la oposición en el lugar que le corresponde tras el rapapolvo parlamentario correspondiente y realizada la foto oficial de los veinticinco años constitucionales, nuestro excelso Presidente del Gobierno ha partido hacia el mundo exterior, como gallardo Don Quijote, a desfacer entuertos que otros dirigentes no han podido solucionar y ya iba siendo hora que un gran líder los acometiera.
La primera parada que nuestro invicto Presidente ha hecho para realzar su grandioso viaje internacional ha sido en Libia, lugar que está dirigido por un extravagante Muammar Mohamed El Gadafi, quien lleva en el poder casi 35 años con la creación de una república autogestionaria tras derrocar al rey Idris. Este sátrapa que dirige con su heterodoxo Libro Verde, pero sobre todo con mano de hierro su país, ha sido uno de los principales padrinos de organizaciones terroristas de cualquier lugar del mundo (palestinos, saudíes, sudamericanos, asiáticos, irlandeses y muy probablemente a los por algunos designados “activistas” vascos) y que no ha dudado en utilizar él mismo el terror en pro de sus intereses, como así ha sido probado en los atentados contra dos aviones comerciales de la Pan Am y de UTA en los que intervinieron los servicios secretos de este dictador para derribarlos causando cuatrocientos cuarenta muertos.
Las dudas asaltan sobre las razones que justifican la visita a semejante asesino, si Aznar ha hecho de la lucha contra el terrorismo estandarte de su política interior, si justifica el envío de tropas españolas a un país como Irak de acuerdo con esa política antiterrorista en su ámbito internacional, es incomprensible que ahora nuestro adalid de la paz, entre ósculos y sonrisas y bajo la jaima del tirano, acabe con el asilamiento de este déspota. Desde el Palacio de la Moncloa, los portavoces del Gobierno español acuden raudos a dar justificaciones a esta entrevista, que si se busca una solución al conflicto entre Israel y Palestina, que si se pretende un acercamiento europeo a Libia para conseguir la firma de un convenio pues es el único país norteafricano que no tiene ningún acuerdo con la Unión Europea o que se pretende potenciar las relaciones económicas entre ambos países para poder solucionar el desequilibrio comercial que existe a favor de los libios, por la importación de gas y petróleo.
Pero ni Gadafi se habla con Arafat y menos con los dirigentes israelíes, ni Aznar mantiene una relación con Sharon o con la Autoridad Palestina que permita augurar un diálogo encaminado a solucionar el polvorín del Oriente Próximo. Tampoco parece que la visita de Aznar vaya a conseguir que las relaciones entre Libia y Europa se conviertan en una balsa de aceite, no sólo por la oposición francesa al tirano, sino porque nuestro presidente del gobierno poco representa a un concepto de política europea única, cuando ha sido una mera correa de transmisión de las ideas de la Administración Bush. Y no creo que con esta visita se vaya a conseguir cuadrar la balanza comercial entre ambos países cuando no ha sido posible durante los últimos años y no parece que el coronel libio esté por la labor de mejorar los intercambios. Si sus amigos desean realizar negocios en ese país, que sean esos empresarios quienes realicen esas citas, pero no puede quedar en entredicho el puesto de Presidente del Gobierno de España.
Las únicas condiciones que han cambiado entre el mundo y este tirano es el pago de unas indemnizaciones a las víctimas de los atentados terroristas, y con ello el levantamiento de las sanciones de la Organización de las Naciones Unidas, pero ¿el tirar de talonario le permite limpiar su pasado y convertirse en un líder democrático y apto para la convivencia mundial? ¿es ahora menos terrorista que antes o menos de lo que lo era Sadam Hussein? ¿No debería estar pagando sus culpas ante el Tribunal Penal Internacional, del que por cierto el reino de España es miembro? Con el terrorismo no se pueden tener ni dudas, ni resquicios, ni dobles lecturas, el que lo usa como arma debe ser juzgado por ello y condenado; quien se convierte en su luchador no puede negar el pan y la sal a quien puede tener otras opciones en esa lucha y al mismo tiempo estrechar la mano de quien con su dinero ha querido lavar sus manos manchadas de sangre de inocentes vilmente asesinados. Con esta visita lo único que ha conseguido Aznar ha sido confundirnos sobre su actitud ante esta lacra y pensar que utiliza un doble rasero a la hora de juzgar a unos y otros en función de los intereses de cada momento.

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