domingo, 14 de septiembre de 2003

Cancún: ¿Una apuesta por la esperanza?

Desde el miércoles pasado se celebra en Cancún, paradisíaca ciudad del Caribe mejicano, la quinta conferencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Tras la II Guerra Mundial, los países vencedores entendieron necesario la creación de una serie de instituciones internacionales que permitieran el control de las distintas economías mundiales y lograr una estabilización que impidiera volver a crear crisis que condujeran a nuevos conflictos internacionales. Uno de los principales impulsores de estas instituciones fue el prestigioso economista John M. Keynes, gracias a sus esfuerzos se crearon el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Sin embargo la OMC no logró constituirse hasta 1.995 debido a la fuerte oposición de los Estados Unidos de América del Norte entre otros países y tan sólo funcionó el acuerdo conocido por sus siglas en inglés GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio).

El objetivo que persigue la OMC es bien sencillo: intentar alcanzar un libre comercio mundial, de forma que se reduzcan los aranceles que se imponen a los productos de otros países y desaparezcan las trabas que dificultan los intercambios económicos, así como el cese de las subvenciones que directa o indirectamente reciben los productos que provocan un desajuste en su precio final. A pesar de que el liberalismo económico tiene como fundamento teórico el libre mercado, son los países que se consideran más liberales los que más problemas e impedimentos ponen a la libre circulación de las mercancías.

Las principales negociaciones de la ronda de Cancún se centrarán en la agricultura, y ello porque este sector económico supone cerca del 60% de la población activa de estos países, es incomprensible como se subvencionan productos en los países desarrollados (maíz, trigo, azúcar) con una sobreproducción que es enviada a otros países con nuevos apoyos que hacen venderlos por debajo del coste de producción (lo que se conoce en economía como dumping) hundiendo a los agricultores de países pobres a los que se les impone elevados aranceles y trabas burocráticas para vender sus productos y se les condena a la ruina. Así el jueves pasado el líder agrícola surcoreano Kung Hae Lee se suicidaba ante las cámaras de televisión clavándose su puñal en el corazón, antes había escrito una carta en la que decía “soy un granjero de Corea del Sur y hemos intentado resolver nuestros problemas nosotros mismos, sin embargo he fracasado como ha fracasado la mayoría de los dirigentes campesinos en otras partes”.

Un informe del BM estima que una pequeña reducción de los aranceles del 10% en la agricultura y de un 50% en los productos manufacturados permitiría sacar de la pobreza a 150 millones de personas, pero el principal problema para conseguir este pequeño acuerdo son los países desarrollados quienes presionados por las grandes empresas y terratenientes que obtienen esas subvenciones se oponen a desmantelar sus barreras, acusándose unos a otros de continuar con las trabas al comercio. Sin un cambio de actitud de los dos grandes bloques difícilmente se podrá lograr un acuerdo que conduzca al desarrollo de la economía mundial, pues de una forma egoísta el desarrollo de los países desarrollados provocará un mayor desarrollo del primer mundo, el consumo de estas personas crecería induciendo una mayor compra de otros productos, en su inmensa mayoría relacionados de alguna forma con los países desarrollados.

Pero el sector agrícola o el de la industria textil no son los únicos que necesitan de un acuerdo, el de los medicamentos es otro que necesita avanzar en los pactos entre los distintos países, y ello a pesar del reciente acuerdo que en materia de patentes y salud pública se ha conseguido que permite el uso de medicamentos genéricos a países que no pueden pagar las patentes, aunque es insuficiente porque se producen trabas a la importación de estos productos totalmente necesarios en enfermedades como el sida o la tuberculosis en aquellos países que no poseen una capacidad de producción farmacéutica, no pudiéndose surtir de otros países en vías de desarrollo que sí la poseen.

A pesar de las dificultades es necesario llegar a un acuerdo que permita a todos los países del tercer mundo salir del círculo vicioso en que se encuentran sumidas y poder ofrecerles a sus ciudadanos una oportunidad de vida en su propio país. Y como terminaba el secretario de las Naciones Unidas, Kofi Anan: “Ojalá que Cancún transmita al mundo un mensaje de esperanza, de esperanza en que el comercio cumpla sus promesas para con todos”.

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