sábado, 5 de octubre de 2002

Alabado sea el PP nuestro señor

Alabado sea el PP nuestro señor y dichosos sus parlamentarios, que han conseguido de nuestros próceres tamaña inversión nunca vista para nuestros hogares. Dichosa su comisión ejecutiva, encabezada por su abnegado presidente y el resto de sus dirigentes. Dichosos una y mil veces por tanta fortuna que traerán a nuestra tierra. Los Presupuestos Generales del Estado como lotería de Navidad repartirán la nada despreciable suma de 71 millones de euros (unos 11.800 millones de nuestras enterradas pesetas). Y no sólo eso, de aquí a final de año, si los ingresos de nuestra depauperada economía no llegan a lo presupuestado, nuestro glorioso gobierno central en una alarde de magnánima justicia nos reportará otros 18 millones para que nuestro esforzado responsable de la hacienda local pueda cuadrar su presupuesto y pagar las merecidas nóminas de las huestes que dirigen nuestra ciudad, para que vean compensados sus denodados esfuerzos para conseguir que la sopa boba siga llegando hasta sus bolsillos.

Como insólito han calificado las cantidades que los Presupuestos Generales del Estado han destinado a nuestra ciudad, mas que las cantidades habría que calificar de insólito la totalidad de los Presupuestos, que parecen realizados para ese país tan virtual al que le encanta hacer referencia a nuestro Presidente Aznar , pero que en nada se asemeja a la realidad económica que padece nuestro país sumida en una fase de recesión. Para nuestros gobernantes imbuidos como Alicia en su País de la Maravillas, la realización de los Presupuestos ( herramienta vital para nuestra economía) se ha basado en una serie de premisas sin fundamento real alguno. El primer requisito ha sido el cumplimiento de la Ley de Disciplina Presupuestaria, ley que exige que los ingresos sean iguales a los gastos. A partir de esa regla aritmética y para no herir sensibilidades en este año electoral nuestros responsables económicos han empezado a construir un edificio sobre patas de papel.

Para nuestro ministro de Hacienda nuestra economía crecerá el año que viene un 3%, dato que debe dar a cualquier asesor económico la risa floja, pues en este año 2.002 en el cual se realizaron unas previsiones parecidas (2.9%) terminaremos, como ya dicen hasta voces del propio gobierno “en torno al 2%” (o sea al 1,8%). Hasta el Fondo Monetario Internacional con los datos suministrados por el Gobierno para realizar sus presupuestos, rebaja el crecimiento al 2.7%. Nuestra tasa de inflación (el IPC) se situará en el 2%, cuando en este año acabaremos en el 4%. Si las bases de nuestra economía son el sector exterior y el turismo con la pérdida de competitividad derivada de la inflación y de nuestra reducida productividad y la fuga del turismo de masas hacia lugares más baratos, impiden que la tasa de crecimiento del PIB sea verosímil.

Los ingresos fiscales prevén que crezcan un 5,5% apoyados en un crecimiento de la recaudación del Impuesto de Sociedades del 7%, es decir que dada la cifra record de beneficios de este año (aupada por las ventajas fiscales de acumular plusvalías) de las empresas españolas, este ejercicio del 2.002 que será el que se liquide el próximo, las empresas declararán más beneficio, cuando en los seis primeros meses del año las empresas no financieras redujeron sus ganancias casi un 48%. Aún así nuestros responsables económicos creen que nuestras empresas tributarán más. Además se producirá una reducción de los ingresos por IRPF. Con esta base de ingresos ya es factible hacer crecer las inversiones del Estado en el porcentaje que quieran y en cualquier área, incrementar los gastos sociales y conseguir el déficit cero para que nuestros socios en Europa vean que nuestra economía va estupendamente y que no es necesario esperar al 2.006 para conseguir el equilibrio presupuestario, es que estos europeos no saben ni la cuenta de la vieja.

Si nuestros presupuestos se basan en la irrealidad, comprenderán que su credibilidad sea mínima, por lo que a los proyectos que nuestros esforzados representantes han conseguido arrancar de nuestro gobierno les veo una corta vida; a no ser que hagan como algunos avispados de nuestros concejales “me lo gasto que ya vendrá alguien a pagar, que ese ya no es mi problema”. Permítanme que dude de cualquier proyecto cuya financiación está en completa incertidumbre.

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