jueves, 11 de octubre de 2001

Il Cavaliere

Se ha armado un buen revuelo con las declaraciones de Silvio Berlusconi, a la sazón primer ministro de Italia. Al parecer, según dicen las fuentes desinformadoras, al señor Berlusconi le han imputado ciertas afirmaciones que comparaban el Islam con el terrorismo, la superioridad de una raza sobre otra, es decir aseveraciones xenófobas que nunca son políticamente correctas.

Quizás si escucháramos las verdaderas observaciones que hizo Don Silvio (sí, el de Tele 5, el de las Mamma Chicho; el que legisla para no ser juzgado) parece ser que dijo los siguiente: "Hay que ser conscientes de la superioridad de nuestra civilización, que consiste en un sistema de valores que ha dado una gran prosperidad a los países que lo han abrazado y que garantiza el respeto a los derechos humanos y de la religión". Punto y final.
Ahora reflexionemos sobre sus palabras, las que más se acercan a lo que él dijo, pues traducciones y traslaciones dificultan el conocer su verdadera intención al expresarlas.

Personalmente, por más vueltas que le doy a la frase de marras, no encuentro en ningún momento tintes racistas o xenófobos. Creo que lo único que indica es una verdad de Perogrullo. El sistema político existente en occidente en el que se reconoce la soberanía popular es superior a otro que sigue extrayendo su poder del orden divino. En Occidente se tardó en realizar la división de poderes entre el Estado y la Iglesia, pero por fin se hizo y conseguimos avanzar en el camino de la libertad. Aunque para ello nuestra Iglesia se haya tenido que llevar por delante a miles de "fieles" con su Santa Inquisición.

A lo que Berlusconi debe referirse es a que en nuestro sistema político, hoy en día la Iglesia no impone sus criterios, aunque pueda influir; los pecados son asunto privado y de la moral de cada uno. En los países con un poder Islámico son los Ulemas y el Corán quienes imponen, con un código del siglo VII, las normas de conducta de la sociedad, las leyes penales, los pecados son asunto público y castigados por la justicia, por lo tanto la libertad de la persona se ve coartada por el Imperio de la Ley Divina, de la ley de Alá.

Así nos encontramos con duros castigos corporales para ladronzuelos, amputaciones de manos, de pies, latigazos e incluso el apedreamiento para "delitos" como el adulterio, y no hay que irse a Afganistán para verlo, Arabia Saudí, Kuwait, Irán son países que aplican estas penas. No hablemos de la posición de la mujer en el mundo islámico, donde es obligada a llevar un velo que le oculte su rostro, donde se le impide su libertad de formación, expresión y se la considere una mercancía de intercambio.

Sencillamente, el sistema al que hemos llegado nos permite ser libres a todos, a decidir la forma de vida que deseamos, de optar por vestir, beber o jugar como lo deseamos y cuando lo deseemos. Tenemos un régimen de libertades que hasta permite que cualquier fascismo pueda tener su voz dentro del mismo, incluso cometer el error de darles el poder como en la Alemania nazi. Ojalá (que maravillosa palabra) no lo repitamos. En nuestra ciudad convivimos desde hace años las distintas religiones sin imponer unas sobre otras, no se nos hace extraño oír las campanas o al muecín o ver a un rabino; debemos ser ejemplo para el resto de la humanidad. Que ninguna se imponga bajo ningún concepto sobre otra, que la libertad de poder optar siga existiendo, que cuando mañana se inicie un nuevo día mis hijos puedan decidir en que iglesia rezar, si lo desean.

La escritora Oriana Fallaci, a quien no podemos acusar precisamente de fascista o de racista, lo ha expresado más duramente "estamos ante una guerra de religión. Una guerra que no mira a la conquista de nuestro territorio, quizás, pero que ciertamente mira a la conquista de nuestra libertad y de nuestra civilización. Al aniquilamiento de nuestra forma de vivir y de morir, de nuestra forma de rezar o de no rezar, de nuestra manera de comer, beber, vestirnos, divertirnos o informarnos..." . Puede que se pueda decir más alto, pero no más claro.

La libertad que tanto nos ha costado conseguir no vamos a dejar que se nos vaya por el resquicio de un nuevo totalitarismo disfrazado de religión. Por la defensa de nuestra libertad, ni un paso atrás.

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