domingo, 14 de agosto de 2005

Aquellos Comandantes Generales

Hay quienes recuerdan con nostalgia aquellos tiempos en los que el Comandante General era la máxima autoridad civil y militar, por supuesto, de nuestra ciudad. Tiempos en el que nuestra sociedad se rendía a las estrellas como símbolo del poder de una dictadura militar que reprimía con dureza a quienes se salían del orden establecido y no demostraban la adhesión inquebrantable al régimen. Unos Comandantes Generales que actuaban como auténticos virreyes para su mayor gloria, rodeados de una corte que los vitoreaba y adulaba hasta la saciedad. Pero con la llegada de la democracia, se instauró un poder civil, representado por el antiguo Gobernador Civil y actual Delegado del Gobierno, que hizo volver a los cuarteles la figura del Comandante General. ¿O no?

Varias actuaciones de nuestro actual Comandante General parecen querer devolver a esa figura, integrada en el organigrama de la Delegación del Gobierno, esa imagen del todopoderoso militar que quiere dirigir la política del gobierno en nuestra ciudad. Así a la noticia que publicaba La Razón sobre la supuesta venta de tanques M-60 a Marruecos, desmentida por el mismo periódico, no sólo la asentía transformándola en una donación, sino que daba plazos de entrega de las unidades a nuestro vecino. Todavía se espera el desmentido del Comandante General a esta noticia que ponía en entredicho al gobierno socialista, una vez conocido que quien regalaba armas a Marruecos era el gobierno del Señor Aznar, no el del Señor Rodríguez Zapatero.

La semana pasada salía de nuevo el Comandante General a los medios de comunicación para anunciar la próxima firma del III Convenio con el Ministerio de Defensa, información que aprovechó la concejala de Fomento y portavoz del Gobierno Municipal, Doña Elena Sánchez, para su lucimiento personal y loar al militar. La Delegación del Gobierno quedó en fuera de juego, cuestión que empieza a ser normal con quien dirige el estamento militar en nuestra ciudad. Pues en esta semana ha vuelto a los medios para desempolvar una antigua polémica, que el senador Gordillo llevó a la alta cámara en forma de pregunta escrita, que de las orales ha debido salir escaldado. Esta vez el asunto ha sido la creación de una guardería dentro del acuerdo de medidas para favorecer la incorporación y la integración de la mujer en las Fuerzas Armadas; el Comandante General informa que no figura en los proyectos del Ministerio de Defensa la creación de guardería alguna en nuestra ciudad, y que deberemos esperar al próximo plan para poder disfrutar de dicha instalación. No debe haber llegado a manos del Comandante General el Plan de Infraestructuras del Ministerio, donde se incluye para el año 2.006 la construcción de una guardería en uno de los acuartelamientos de Ceuta, o quizás como indica la orden 524/2005 del Ministerio de Defensa no habrá realizado la propuesta para que una de las unidades bajo su mando sea escogida como ubicación de la misma, o considere que en los establecimientos bajo su mando no es necesario ningún centro infantil; o quizás sepa de antemano que no será posible realizar un convenio marco con la Ciudad para instalar la guardería ante la negativa del gobierno municipal.

A estas actuaciones hay que añadir que fue el promotor e impulsor de la candidatura al Premio Convivencia de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, una asociación utilizada por el Partido Popular para enfrentarse al gobierno socialista, aunque comprensible por su situación familiar, bien podría haber esperado para estar fuera de un cargo público del gobierno socialista para acometer la propuesta. Porque cuando uno asume un cargo público, lo único que se le exige es un mínimo de lealtad con quien le ha nombrado, a no ser que esa lealtad la haya aprendido de quienes en 1.936 se alzaron contra un gobierno legítimamente constituido. No niego a nadie la posibilidad de participar en la vida social e incluso política de la sociedad a la que pertenece, pero en el caso de los militares saben cuáles son sus obligaciones y primero deben colgar el uniforme para dedicarse a ella, o al menos eso era lo que tenía entendido.

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